Solidaridad, Alteridad y Distanciamiento
Solidaridad Alteridad y Distanciamiento por El Niño Viejo
Frecuentemente consideramos que ser solidario, implica identificarse con el otro, es decir, pensar al otro, pensar que haria si estuviese en el lugar del otro. Sobre esta cuestión es necesario sacar a la luz dos grandes operadores en este tipo de pensamiento: la identificación con el “otro” (o lo otro) que señalé antes, y un cierto “principio de distanciamiento” en la relación entre el yo y este “otro” o “lo otro” que se me suele representar como desvalido, o en una situación que no deseo para mi ni para nadie.
A partir de ahora, como ejemplo paradigmatico pondré al pobre, aquel que carece de dinero en el lugar del Otro con el que uno se identifica. De esta forma, la identificación con el otro podría ser la esencia de la solidaridad y la etica misma: el Yo se relaciona con el Otro, el cual preexiste a mi mismo, y resulta practicamente innegable. Aun así puedo cometer el sacrilego acto de negar o ignorar al Otro, lo cual llevaria por resultado salirme de todo lo Etico y moral, en la practica: una perversión.
Si queremos conocer esta perversión, donde empieza y donde termina, deberiamos definir que es el Otro, por lo tanto, la pregunta ¿Qué o quién es el otro? Parece ineludible. Nuestra manera de conocer a este otro es mediante la identificación con él, relacionandome, sino permaneceria ignorado, sumido en “mi” indiferencia. Sin embargo, esto no es suficiente, la relación con el otro no solo implica identificarse sino hacerlo abandonando todo egoismo, en el sentido de pensar que quisiera que hiciesen si yo fuera ese otro.
Este es justamente el meollo de la cuestión, el “quisiera” debe aparecer en tiempo futuro. Pero, ¿Es determinable este futuro, este quisiera? ¿Es posible conocer el bien supremo, asi como el futuro en este caso? Fernando Pessoa responde con un ejemplo muy claro: “Mientras caminaba por la calle me topé con un mendigo y no pude darle limosna pues no sabía si así realmente le estaba haciendo un bien o no”. La respuesta es negativa, sin embargo en nuestro afan de calcular todo, cada vez mas rápido, de forma mas veloz y con mayor seguridad y precisión definimos el futuro que no nos es conocido, del cual no tenemos el menor indicio. El Otro ya dado, es en definitiva el resultado, la cosa producida para introducir en esa imposibilidad de definir con total certeza, en ese encuentro con los misterios, con la inseguridad un calmante sobre el cual no solo aparece pre-fabricado sino, que también trae aparejado ciertas codificaciones, ciertos signos. Es sobre el Otro, donde todas las instituciones escriben sus discursos. Para la sociedad institucionalizada, la ciudad política, la etica es un compromiso con el otro, y así también un compromiso con el poder, con quienes escriben al Otro y lo definen.
La otra cuestión que quería tratar es ese cierto principio de distanciamiento que es tan evidente que pasa inadvertido. Esto ocurre por el dar por sentado el Yo y el Otro. Ambos son dos entes, dos personas separadas. Yo me encuentro con el otro, y me relaciono con él, identificandome. En esta relación tomo responsabilidad hacia el otro, y si, volviendo al caso que cite al principio, me encuentro con un pobre, esa responsabilidad se traduciria en el acto de no pasar indiferente: entregarle una moneda, o simplemente co-responderle.
La solidaridad, la identificación con el otro es perfecta para una sociedad, como la ciudad politica institucionalizada, con limites claros y precisos, donde la exclusión es la norma. El principio de distancia del que hable, se demuestra en el acto de entregar el dinero. El dinero no solo es el signo del poder, sino que como tal, se encuentra inmiscuido en practicamente todas las relaciones humanas de una u otra forma. ¿Pero, que es el Otro, el pobre sino en el sentido mismo de la pobreza carencia de dinero, carencia del signo del poder?. Aspiramos a una sociedad con mayor inclusión social, igualdad, donde el signo del poder o como suele llamarselo: distribucion de la riqueza no sea desigual. ¿No es esto una especie de mentira al cuadrado?. La razón de la exclusión es justamente el dinero, el signo del poder, cuando entregamos el dinero, realizamos un doble movimiento. Por un lado entregamos una porción de la gran torta del poder, y por otro lado, remarcamos su alteridad, su distancia, su exclusión. El otro se acerca, pero a la vez, se aleja.
Por otro lado, el dinero nos permite seguir nuestro camino. Nos relacionamos e identificamos con el otro, nos encontramos con el y nos sentimos responsables, con la entrega del dinero entregamos nuestra responsabilidad hacia él. La concluimos totalmente en el paradojico y ambiguo acto que a la vez que acerca a la inclusión, legitima las paredes de todas las instituciones, que son la razón, la linea divisoria en la fracción donde los excluidos siempre quedan abajo.
Antes señale que esta solidaridad era fundamental para nuestra ciudad politica institucionalizada, pero quizas no fui suficientemente claro. El fin de la identificacion es el fin de la responsabilidad. El otro no esta en todos lados, omnipresente, sino que es preciso pensar en el, como algo que no somos. De esta manera se posibilita una división, que es la razón de las instituciones, entre vida privada y publica. De esta manera puedo tener la consciencia tranquila de asistir a un paradigma de la exclusión como es la educación privada, mientras me indigne cuando alguien es indiferente o mezquino hacia el otro.
Para terminar, sería interesante resaltar hasta que punto nos hemos alejado de la etica en su sentido mas primitivo: del griego ethos residencia, o morada, lugar donde se habita. ¿Por qué este comentario? Porque señala el habitar un lugar comun, no relacionados unos y otros, sino en la mutua pertenencia entre todos los seres, resaltando en la mutua pertenencia, la pertenencia que nos caracteriza a todos entre todos. En este sentido, ethos habla de la responsabilidad que no acaba, inagotable y la simultanea libertad que ella implica.
Frecuentemente consideramos que ser solidario, implica identificarse con el otro, es decir, pensar al otro, pensar que haria si estuviese en el lugar del otro. Sobre esta cuestión es necesario sacar a la luz dos grandes operadores en este tipo de pensamiento: la identificación con el “otro” (o lo otro) que señalé antes, y un cierto “principio de distanciamiento” en la relación entre el yo y este “otro” o “lo otro” que se me suele representar como desvalido, o en una situación que no deseo para mi ni para nadie.
A partir de ahora, como ejemplo paradigmatico pondré al pobre, aquel que carece de dinero en el lugar del Otro con el que uno se identifica. De esta forma, la identificación con el otro podría ser la esencia de la solidaridad y la etica misma: el Yo se relaciona con el Otro, el cual preexiste a mi mismo, y resulta practicamente innegable. Aun así puedo cometer el sacrilego acto de negar o ignorar al Otro, lo cual llevaria por resultado salirme de todo lo Etico y moral, en la practica: una perversión.
Si queremos conocer esta perversión, donde empieza y donde termina, deberiamos definir que es el Otro, por lo tanto, la pregunta ¿Qué o quién es el otro? Parece ineludible. Nuestra manera de conocer a este otro es mediante la identificación con él, relacionandome, sino permaneceria ignorado, sumido en “mi” indiferencia. Sin embargo, esto no es suficiente, la relación con el otro no solo implica identificarse sino hacerlo abandonando todo egoismo, en el sentido de pensar que quisiera que hiciesen si yo fuera ese otro.
Este es justamente el meollo de la cuestión, el “quisiera” debe aparecer en tiempo futuro. Pero, ¿Es determinable este futuro, este quisiera? ¿Es posible conocer el bien supremo, asi como el futuro en este caso? Fernando Pessoa responde con un ejemplo muy claro: “Mientras caminaba por la calle me topé con un mendigo y no pude darle limosna pues no sabía si así realmente le estaba haciendo un bien o no”. La respuesta es negativa, sin embargo en nuestro afan de calcular todo, cada vez mas rápido, de forma mas veloz y con mayor seguridad y precisión definimos el futuro que no nos es conocido, del cual no tenemos el menor indicio. El Otro ya dado, es en definitiva el resultado, la cosa producida para introducir en esa imposibilidad de definir con total certeza, en ese encuentro con los misterios, con la inseguridad un calmante sobre el cual no solo aparece pre-fabricado sino, que también trae aparejado ciertas codificaciones, ciertos signos. Es sobre el Otro, donde todas las instituciones escriben sus discursos. Para la sociedad institucionalizada, la ciudad política, la etica es un compromiso con el otro, y así también un compromiso con el poder, con quienes escriben al Otro y lo definen.
La otra cuestión que quería tratar es ese cierto principio de distanciamiento que es tan evidente que pasa inadvertido. Esto ocurre por el dar por sentado el Yo y el Otro. Ambos son dos entes, dos personas separadas. Yo me encuentro con el otro, y me relaciono con él, identificandome. En esta relación tomo responsabilidad hacia el otro, y si, volviendo al caso que cite al principio, me encuentro con un pobre, esa responsabilidad se traduciria en el acto de no pasar indiferente: entregarle una moneda, o simplemente co-responderle.
La solidaridad, la identificación con el otro es perfecta para una sociedad, como la ciudad politica institucionalizada, con limites claros y precisos, donde la exclusión es la norma. El principio de distancia del que hable, se demuestra en el acto de entregar el dinero. El dinero no solo es el signo del poder, sino que como tal, se encuentra inmiscuido en practicamente todas las relaciones humanas de una u otra forma. ¿Pero, que es el Otro, el pobre sino en el sentido mismo de la pobreza carencia de dinero, carencia del signo del poder?. Aspiramos a una sociedad con mayor inclusión social, igualdad, donde el signo del poder o como suele llamarselo: distribucion de la riqueza no sea desigual. ¿No es esto una especie de mentira al cuadrado?. La razón de la exclusión es justamente el dinero, el signo del poder, cuando entregamos el dinero, realizamos un doble movimiento. Por un lado entregamos una porción de la gran torta del poder, y por otro lado, remarcamos su alteridad, su distancia, su exclusión. El otro se acerca, pero a la vez, se aleja.
Por otro lado, el dinero nos permite seguir nuestro camino. Nos relacionamos e identificamos con el otro, nos encontramos con el y nos sentimos responsables, con la entrega del dinero entregamos nuestra responsabilidad hacia él. La concluimos totalmente en el paradojico y ambiguo acto que a la vez que acerca a la inclusión, legitima las paredes de todas las instituciones, que son la razón, la linea divisoria en la fracción donde los excluidos siempre quedan abajo.
Antes señale que esta solidaridad era fundamental para nuestra ciudad politica institucionalizada, pero quizas no fui suficientemente claro. El fin de la identificacion es el fin de la responsabilidad. El otro no esta en todos lados, omnipresente, sino que es preciso pensar en el, como algo que no somos. De esta manera se posibilita una división, que es la razón de las instituciones, entre vida privada y publica. De esta manera puedo tener la consciencia tranquila de asistir a un paradigma de la exclusión como es la educación privada, mientras me indigne cuando alguien es indiferente o mezquino hacia el otro.
Para terminar, sería interesante resaltar hasta que punto nos hemos alejado de la etica en su sentido mas primitivo: del griego ethos residencia, o morada, lugar donde se habita. ¿Por qué este comentario? Porque señala el habitar un lugar comun, no relacionados unos y otros, sino en la mutua pertenencia entre todos los seres, resaltando en la mutua pertenencia, la pertenencia que nos caracteriza a todos entre todos. En este sentido, ethos habla de la responsabilidad que no acaba, inagotable y la simultanea libertad que ella implica.
Etiquetas: Ensayo
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