domingo, julio 08, 2007

El Principio del fin o el fin del Principio


Por El Niño Viejo

“Habiendo visto con que lucidez o coherencia lógica ciertos locos (delirantes sistematizados) justifican, ante sí mismos y ante los demás, sus ideas delirantes, he perdido para siempre la segura certidumbre de la lucidez de mi lucidez”
Fernando Pessoa, del Desasosiego de Bernardo Soares

Introducción

En el presente ensayo intentaré responder ¿Qué son los Derechos Humanos?: ¿Una ley natural? o ¿Una ideología?, en la búsqueda de de-velar los presupuestos mas arraigados en nuestro pensamiento. Y, teniendo en cuenta que: “los Derechos Humanos tienen sus raíces en el concepto de ley natural”[1], tomaremos este concepto como punto de partida para nuestra investigación.

Desarrollo

En la teoría del derecho, el concepto de ley natural es utilizado para referirse a: “la ley o moral que es precedente a todas las creaciones humanas, universal, inmutable, y por semejanza a las leyes físicas o químicas, accesible a la razón”[2]. La ley divina, anterior a la misma, admite similares características con excepción de la última: en ella la ley es dada a la razón misma, y, por lo tanto, no le resulta accesible por ser revelación-revelada.

En este sentido, la importancia de lo racional en la ley natural cobra magnitud para diferenciarse de su predecesor, e incluso “puede hallarse en el uso de llamar al derecho natural moderno, derecho racional”[3]. Entonces, no es de extrañar que el problema de éste: “no sea tanto el objeto (naturaleza) como el modo de abordarlo”[4].

El problema de cómo abordar la naturaleza es el de pensar el objeto representándolo lo mas exactamente posible, respetando lo que Heidegger denomina: “la mas suprema ley del pensar”[5], que consiste según el autor, en el principio de identidad.

Es “un principio fundamental que presupone la identidad como rasgo del ser”[6], y se expresa como “A es A”. Sin embargo, no debe entenderse como “la planta es la planta” pues sería una tautología[7], y decir “la planta” resultaría lo mismo. El principio expresa la igualdad de A y A, y se dice: “A mismo es consigo mismo lo mismo”[8].

Esto significaría: “yo mismo soy conmigo mismo lo mismo”. Donde “lo mismo” indicaría la concreción de un razonamiento válido, el “yo mismo” la subjetividad necesaria para todo conocer. Y, el “conmigo mismo”, el yo-objeto que percibe el mundo objetivo tal cual es, es decir, objetivamente y su relación con el yo-sujeto (subjetividad). Esta relación o mediación, exige que el yo-sujeto se niegue, suspenda su subjetividad, tomando actitud de objetividad para constituirse como yo-objeto. Por lo tanto, podemos definir esta actitud de objetividad, como lo que media el mundo de lo subjetivo, de la mera opinión, con el del saber universalmente valido del mundo objetivo.

“No es tanto el objeto como el modo de abordarlo”[9], citamos con referencia a la importancia que cobra acceder a un conocimiento válido. Ahora estamos en condiciones de decir que el problema del derecho no es la realidad objetiva, porque esta le es garantizada de antemano, fuera de él y existiendo por sí misma; sino, la manera de acercarse a ella. Y, hemos concluido que el modo de hacerlo es la objetividad, pues al garantizarle la correspondencia con el objeto, llena sus juicios de fundamentos universalmente válidos, imparcialidad, y justicia.

Siguiendo lo dicho, resultaría imposible sostener que los Derechos Humanos se constituyan como una ideología, pues, en su concepción más común, la marxista: “es una teoría falsa, o una forma de la “falsa conciencia”. Se trata de una racionalización o enmascaramiento de algún sistema económico-social y, se opone al conocimiento de la ciencia real y positiva”[10].

Sin embargo, esta definición del concepto significa: “abordar parcialmente la problemática de las ideologías y con ello falsearlas. [...] La cuestión es más de fondo. Los presupuestos mucho más oscuros. La prestimanipulación mucho más peligrosa”[11]. En efecto, no sólo ignora que esta concepción de ideología es ideológica, sino que pretende situar “al conocimiento de la ciencia real y positiva” fuera de ella.
Este problema ya se encuentra implícito en el pensamiento de Martin Heidegger, y explícito en el ya citado Luis Jalfen, de herencia Heideggeriana, con una definición diferente del concepto de ideología: “toda ideología debe atenerse a puntos de partida indiscutidos”[12]. Entendiéndolo de esta forma, podemos decir que existe una “ideología de lo objetivo”, pues como señalamos antes: “el objeto es garantizado de antemano, fuera del sujeto y preexistiendo a él”.

Preguntarse, entonces, por la causa de lo real objetivo será análogo a preguntarse por la identidad desde la óptica del principio. Si tenemos en cuenta que lo objetivo al ser comprobable, y accesible por la percepción no esconde ninguna causa misteriosa detrás de sí, pues, en todo caso, la causa será lo real-objetivo pasado, es decir, lo real objetivo mismo.

De forma análoga, la pregunta por la identidad desde la óptica del principio de identidad parecerá absurda. Entendiendo, que “la identidad es fundamento del ser”, la identidad de la identidad será la identidad misma, y su propia causa. Es lo que dice Nietzsche cuando afirma: “todo lo que es de primer orden tiene que causarse a si mismo”[13]. Sin embargo, aceptar estas afirmaciones significa afirmar: la causa de lo real objetivo es lo real objetivo, o, la identidad de la identidad es la identidad. Lo cual constituye un problema, pues significa afirmarse en una tautología.

Por lo tanto, al ser una tautología, sería lo mismo decir: “la identidad” o “lo real objetivo” y, al afirmar una cosa y no otra, sin justificación alguna, constituirá una determinación arbitraria. En este sentido, cuando el principio de identidad establece la identidad previa al ser, está ignorando ser determinación arbitraria de lo que es, constituyéndose como determinación-determinada, o “revelación-revelada”.

Entonces, si la identidad no es fundamento del ser, y, por lo tanto, el ser no es determinación-determinada, ¿esto significa que el ser permanece indeterminado, e imposible de ser conocido?. Heidegger nos responde diciendo: “el ser tiene su lugar en una identidad”[14], o si se lo prefiere, “pensar y ser son lo mismo”[15]. En este sentido, el hombre “tiene su lugar en el todo del ser, al igual que la piedra, el árbol, y el águila. Pero, lo distintivo del hombre reside en que, como ser que piensa y que está abierto al ser, se encuentra ante éste, permanece relacionado con él, y de este modo, le corresponde. El hombre es propiamente esta relación de correspondencia, y sólo eso”[16]. El hombre es quien “existencia” al ser, pues “el ser solo es y dura en tanto que llega hasta el hombre con su llamado”. Entendiéndolo de esta manera, el hombre es quien hace existir al mundo, llamándolo, viviéndolo, describiéndolo, narrándolo, pues sino, el mundo permanecería indefinido, en la nada de ser. Sin embargo, corremos el riesgo de suponer que el hombre sea dado como algo previo, cayendo en un principio de identidad. Él existe en tanto que se elige a si mismo como hombre, su propia existencia no le es dada por nadie mas que si mismo, y solo él es responsable de ella.

La ideología de lo objetivo, el presupuesto del principio de identidad, han separado al ser y al hombre; el mundo fue despojado del sentido de su existencia: su relación con el pensar, con quien lo existencia, y se convirtió en causa-de-sí, en fábula. El mundo en-sí, objetivo, constituye una “opinión que toma a lo actual, obsesionada por ello, como lo único real”[17], y priva al hombre de su relación con el mundo, con su capacidad de definir y definirse; elegir y elegirse; narrar y narrarse. El hombre, así privado, es creación-creada, al igual que el mundo objetivo; siendo su relación con el ser, la relación que el mismo es, usurpada por la relación de objetividad, y “los guardianes de la objetividad” los encargados de hacerlo. ¿Quiénes son estos “guardianes”?, lo he definido de antemano, cuando señalé: “no sea tanto el objeto (naturaleza) como el modo de abordarlo” su interés. En ese momento, me refería al derecho, pero en la actualidad existen, lamentablemente, gran cantidad de instituciones dedicadas a relacionarnos con el mundo objetivo, y marcarnos una distancia con él: los medios masivos de comunicación, el profesor en la escuela, el manual de instrucciones o un gestor de impuestos, se adjudican la tarea de tomar actitud objetiva para cumplir efectivamente su función.

Conclusión

La pregunta inicial, parece haberse reducido: el concepto de ideología que utilizamos para fundar la interrogación, es ideológico. En efecto, cualquier concepto de ideología, como los Derechos Humanos, son una determinación arbitraria. Esto quiere decir, que considerar algo como ideológico no significa que debamos borrarlo de un plumazo como obra del diablo. Si los Derechos Humanos no pretendiesen homogeneizar al hombre, bajo una gran concepción de “Humanidad”, basada en presupuestos científicos y realidades objetivas, no habría razón de negar su existencia como una ideología mas. En ese caso, si se aceptasen como un resultado entre infinitud de resultados posibles del definirse, se convertirían en elección, y en elección de uno mismo, en tanto que existenciarian al ser, y al mundo. Entonces, los Derechos Humanos serían una celebración constante de la vida, considerándose como una de las infinitas formas que esta tiene. Y, aquel momento: “el mediodía; instante de la más breve sombra; fin del más largo error; punto culminante de la humanidad”[18].


[1] Embajador Wood W.: Seminario “Democracia, imperio de la ley y paz”. En: http://bogota.usembassy.gov/wwwsww63.shtml.
[2] En: http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_natural.
[3] Bobbio, N.: “Estudios de Historia de la Filosofía. De Hobbes a Gramsci”. Editorial Debate. Madrid. 1985. Pág. 265.
[4] Ibíd.
[5] En: http://www.heideggeriana.com.ar/textos/satz_identitat.htm.
[6] Ibíd.
[7] La tautología es una definición en la que la palabra definida entra en la definición, con lo cual si desconocemos esta no es posible obtener el significado de aquella, ya que se trata del mismo término.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] En: http://www.geocities.com/~suares/21ideolo.htm
[11] Jalfen, L.: “La amenaza de las ideologías”. Editorial Galerna. Buenos Aires. 1978. Pág. 9.
[12] Jalfen, L.: “Ideología y Filosofía”. Ediciones Noe. Buenos Aires. 1974. Pág. 20
[13] Nietzsche, F.: “El Ocaso de los Ídolos”. Gradfico. Madrid. 2002. Pág. 58
[14] Ibíd.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd.
[17] Ibíd.
[18] Ibíd. Pág. 64